Roberto Minervini: un cine a la intemperie, por Isaac León Frías

Roberto Minervini - Low Tide (2012) | Cinema of the World
Low Tide

La breve obra realizada hasta la fecha por Roberto Minervini es la de un observador que descubre, contempla y sigue a sus personajes, como si no hubiese una puesta en escena de por medio, como si se tratara de un registro cuasi documental. Esa impresión se refuerza al saber que sus películas no trabajan con actores profesionales y que, con frecuencia, los nombres propios de los intérpretes se mantienen en la ficción al representarse a sí mismos, pero solo hasta cierto punto. Pues, por más fronterizo que pueda ser el abordaje que las películas realizan, se trata de ficciones en marcha, con una puesta en escena algo velada o encubierta, pero sin duda presente y activa.

Si hay algo que define al estilo del realizador es el modo de aproximación que podríamos llamar “a la intemperie”. No necesariamente porque las acciones se muestren siempre al aire libre o en exteriores, que las hay y son muchas. Véanse, por ejemplo, las escenas de la doma equina y vacuna o las de la extracción de leche en ovinos o caprinos en  Stop the pounding heart  o las escenas de carreteras o campos circundantes en Low Tide, o las que tienen lugar en las zonas de manglares o bosques de Louisiana en The other side. Sólo para dar cuenta de algunos de los entornos que suelen mostrarse y que caracterizan la valoración del espacio natural, la presencia de animales domésticos y de subsistencia, entre otros.

A la intemperie alude en este caso, no solo al cielo abierto o al afuera, sino a ese matiz de ver las cosas “al descubierto” o al raso, que ofrece la expresión. Dicho de otro modo, sin velos ni cubiertas, aunque se trate de escenas de interiores. Y eso es lo que percibimos en las imágenes bajo techo, igual que en las otras.  La de Minervini no es la única propuesta de este tipo en el marco de una época en la que advertimos un desarrollo expresivo que constantemente somete a prueba esos límites que antes parecían casi inamovibles entre la ficción y la ficción, pero sí ofrece un temple peculiar que lo hace distinguible en su carácter finalmente ficcional.

Roberto Minervini es un italiano de Fermo, una provincia del centro de Italia, radicado en Texas, y aunque sus películas suelen tener coproductores italianos y de otras partes, no cabe la menor duda de su “americanidad”, sean aquellas filmadas en la región texana que, como vemos especialmente en The Passage, cuentan una fuerte presencia mexicana, o en la región de la Louisiana, que enmarca The Other Side. Las líneas argumentales son más bien escuetas. En The Passage (2011) se encuentran al azar tres personajes muy distintos cuyos destinos se unen: una migrante hispanohablante que padece cáncer, un ex presidiario y un empleado de un diario con veleidades artísticas. Tres seres que no tienen nada que ver entre sí y que se conectan involuntariamente al viaje de sanación que emprende la mujer. Una suerte de road movie atípica que acerca a los personajes, siempre vistos con un cierto margen de comprensión y solidaridad por el realizador.

Low Tide (2012) es la crónica de los afanes diarios de un púber obligado por las circunstancias a cubrir las tareas caseras de las que se desatiende  una madre alcohólica, trabajadora de limpieza en un hospital, dedicada a la diversión en bares o en su propia casa durante las noches. Stop the Pounding Heart (2013) se concentra en una familia numerosa de once hermanos, criados bajo una cierta rigidez religiosa por sus padres en una granja, y las inquietudes, muy sutilmente sugeridas, de Marta, la hermana mayor, en una adolescencia que se ve algo conturbada por la cercanía de un joven dedicado a la doma en un rancho cercano. Por su parte, The Other Side (2015), una suerte de relato bicéfalo (que no son los anteriores), muestra en sus dos terceras partes las rutinas  de una pareja de adictos a la heroína, y en la última tercera parte, a una panda de milicianos irregulares que practican el tiro y realizan aprestamientos bélicos, preparándose, según declaran, para la defensa del territorio estadounidense supuestamente amenazado. A diferencia de las tres anteriores ubicadas en la región texana, esta se desplaza a las cercanías del Mississipi en el sur profundo.

¿Qué tienen en común esas historias?  Las historias como tales ofrecen algunas constantes, como la marginalidad social de los personajes y sus condiciones más bien miserables, salvo los de Stop the Pounding Heart que subsisten mal que bien vendiendo los productos lácteos que elaboran. También, una solidaridad, más bien defensiva o reactiva, que van estableciendo entre ellos frente a un destino desfavorable. Ciertamente, las películas ofrecen esa contracara del sueño o la prosperidad americana, no solo en los migrantes, sino en los mismos norteamericanos de larga data excluidos de una u otra manera de los beneficios del sistema.

Sin embargo, más que como historias, es un tratamiento el que aproxima en mayor medida a las películas, con la cámara quieta o, con frecuencia, en movimiento (aunque no movimientos muy dilatados ni bruscos), que no hurga o examina lo que hacen los personajes, sino que se limita a mostrarlos, suspendiendo cualquier juicio moral en torno a sus conductas, sin que eso, como adelanté, excluya una cuota de solidaridad.

En un estilo que nos hace retomar esa vieja idea que postulara André Bazin sobre la “transparencia de la imagen”, Minervini no impone un punto de vista, sino que prefiere que se vaya desprendiendo de lo que las imágenes muestran. No hay golpes emocionales ni situaciones climáticas, sino una “normalidad” que puede ser a veces monótona; por ejemplo, en los pinchazos de The Other Side, muy distintos, no obstante, al tremendismo con que se muestran en Requiem por un sueño , de Darren Aronofsky.A su manera, la pareja asume la drogadicción como los militantes armados de The Other Side: sin mortificaciones ni conflictos interiores.

Una vez más, es ese estilo a la intemperie el que activa, no una mirada neutra, pero sí una que exterioriza conductas sin que la cámara se imponga sobre ellas. Es decir, se rescata ese lado casual, “espontáneo” y hasta cierto punto azaroso de las escenas, por más que, evidentemente, ellas hayan sido planeadas y preparadas cuidadosamente antes de la grabación. Eso no es ni de lejos una novedad, pero sí adquiere un rasgo singular y diferenciado en el cine de Minervini. Y lo hace, igualmente, en la parte final de The other side, con ese grupo fanático que anticipa a su manera la llegada de Donald Trump al poder, y en la que, una vez más, Minervini no enfatiza nada, mostrando a esos extremistas militarizados plenamente convencidos de lo que hacen, casi como un equipo deportivo de adolescentes (que no lo son) divirtiéndose en medio de un juego.

Isaac León Frías

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