FIACID: Educación física

                                        

 

“Educación física”, del chileno Pablo Cerda, es la mejor película que he visto hasta hoy en la competencia oficial.

Revela a un cineasta de temple. Con el encuadre quieto y sin apelar a ningún efecto ni adorno, Cerda hace el retrato de un solitario o, acaso, de un abúlico.

El realizador apuesta al arte de la modulación, regulando de modo casi impalpable el flujo de los sentimientos: de la desolación al pequeño entusiasmo, de la intimidad expuesta a la impotencia, de la rabia al entusiasmo amoroso. Pero ninguno de esos sentimientos se fija y se impone en la película. 

Las secuencias transcurren con un ritmo distendido, como si el clima provinciano desacelerara los ritmos y los entusiasmos.  Cada escena es un retrato del personaje, al que conocemos a partir de la relación con sus próximos: el padre, la hermana, el singular cuñado, el amigo del puerto, el antiguo amor. El conjunto de esos retratos ofrece un acento de vaga nostalgia.

La presencia como actor de Cerda -que es el protagonista-, de juego contenido, aporta mucho a la película. Son centrales su cuerpo fofo, su aire tímido, su expresión resignada, el modo en que regaña al padre, conversa por teléfono con el viejo amor o juega solitario con la pelota de basket.

Ricardo Bedoya

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