19 Festival de Lima: 5 películas destacadas de la competencia de ficción (y una decepción)

COMPETENCIA OFICIAL DE FICCION

La de este año es una selección discreta y pareja en su medianía. No encontramos sorpresas ni películas descollantes.  

De las 14 películas extranjeras en competencia, he visto 11. Me faltan Casa grande, Las elegidas y La pared de las palabras.

 De los títulos vistos, encuentro 5 títulos que destacan. Por orden de preferencia, ellos son:



El incendio. Potente debut del argentino Juan Schnitman. Crónica de un día en la vida de una pareja en crisis. Filmada en espacios concentrados, tiempo acotado y con una cámara intrusa, a Schnitman le interesa registrar movimientos bruscos y flujos emocionales, convirtiendo cada desacuerdo de los protagonistas en un micro drama que se construye con su propia lógica y estructura de suspenso. Se asoma un realizador de talento.    

Ixcanul, primera película del guatemalteco Jairo Bustamante, trasciende las acusaciones de folclorismo y exotismo que se le lanzan desde su estreno en el Festival de Berlín a fuerza de capacidad de observación y austeridad en el tratamiento formal. El personaje principal, María, campesina maya, establece su punto de vista, una “pequeña” mirada, y la película se concentra en ella. Su travesía es muy dramática, pero está narrada desde la intimidad y la atención por los detalles mínimos. Un momento notable (que remite a Madeinusa): la seducción de Pepe, el joven que sueña con emigrar hacia los Estados Unidos.     


El abrazo de la serpiente, del colombiano Ciro Guerra, puede verse de muchas maneras: como un alegato contra la presencia depredadora de los “blancos” en la Amazonia, dispuestos a explotar las plantas medicinales, como antes lo hicieron con el caucho; como una fábula de tientes conservacionistas; como una travesía de autoconocimiento inducida por un viejo chamán. Pero la película es, sobre todo, un relato de aventuras y de descubrimiento de un mundo deslumbrante, realizado con factura clásica y filmado con un blanco y negro de nítidos contrastes. Guerra encuentra el equilibrio entre la mirada crítica, el afán etnográfico y el placer del narrador de historias extraordinarias.    

 

El club, del chileno Pablo Larraín, me provoca resistencia y hasta disgusto por momentos, pero es intensa y provocadora, tiene una notable dirección de actores y logra crear una atmósfera inquietante y turbia, reforzada por el tratamiento fotográfico, de acentos congelados y la buscada indefinición de la imagen. Misantropía de autor, con guion programado para ir ensañándose con cada uno de esos personajes de pasado miserable y presente sin redención. Una película que levantará polvo y debate.


La obra del siglo, del cubano Carlos Machado Quintela, es desoladora. Los protagonistas son abuelo, padre e hijo, tres generaciones de cubanos que encarnan el fracaso de todas las ilusiones y el derrumbe total del “hombre nuevo” que proclamó la Revolución. Confinados en la miseria y la violencia, estos simbólicos personajes no solo encarnan la ruina del presente; son el contraste real de los discursos triunfalistas emitidos por los medios sometidos desde el poder. El didactismo de la propuesta afecta a la película, pero no le quita todo el interés.      

Una decepción: Paulina (La patota), de Santiago Mitre. Sobre todo por las expectativas que suscitó El estudiante, su primer largo. Aquí, solo la actuación notable de Dolores Fonzi impide que el esquematismo del “filme de tesis” termine imponiéndose. Los personajes encarnan ideas por debatir o posiciones éticas inamovibles y eso conduce a Paulina al terreno del determinismo dramático. El personaje principal, suerte de “santa laica”, patrona de la convicciones ideológicas progresistas, se desdibuja conforme avanza la película.

En el siguiente post trataré de otras películas -menos atractivas- de la competencia de ficción.

Ricardo Bedoya

 

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

*
*
Website