Una mujer en la tormenta y Más allá de las montañas

Veo, una tras otra, “Una mujer en la tormenta” (1963), del japonés Mikio Naruse, y “Más allá de las montañas”  (2015), del chino Jia Zhanke. Me sorprende encontrar correspondencias entre ellas.

Melodramas familiares, ambas tienen como protagonistas a mujeres que sufren los embates de los nuevos tiempos. En la primera, la era de los supermercados llega a un pueblo del Japón y arruina los pequeños negocios familiares. La dependienta de la pequeña tienda, viuda y enamorada de su cuñado, soporta a pie firme el arribo de la modernidad. El sacrificio personal es su sino y no renuncia a él.

En “Más allá de las montañas” asistimos a una historia en tres tiempos. En 1999, la protagonista, centro de una disputa entre dos pretendientes, guarda expectativas por su futuro personal, ligado a los cambios que experimenta el país. En 2015, separada de un empresario enriquecido por la globalización, con un hijo pequeño, reencuentra al amigo que rechazó, conoce de su enfermedad terminal, y percibe la crisis de todas las convicciones que movían una década antes. En 2025, el pequeño ha crecido, vive en Australia, inicia una relación con una profesora mayor, está separado de su cultura de origen y ve en su madre a una figura distante, residente en un pueblo chino, más allá de las montañas.

Si la cinta de Naruse es concentrada en tiempo y espacio, la china intenta trazar un fresco amplio que se proyecta al futuro. Pero en ambas se impone el retrato de la intimidad de las protagonistas. Los sucesos las golpean; la Historia las descentra; sufren traiciones y desengaños, pero resisten y se mantienen erguidas.

Cambian, si, los estilos. Naruse es un clásico y dota de sentidos a los silencios; a los primeros planos cargados de tensión y afecto, como el que cierra la película; a las distancias relativas de los actores en el encuadre; a su ubicación en la profundidad del campo visual; al paso del tiempo, de transcurso  ineluctable. Al blanco y negro, de matizados contrastes y al uso riguroso de un formato panoramico que parece diseñado para incluir más obstáculos físicos entre los personajes. Lo más dramático se mantiene en sordina, lo que duplica su potencia emocional.

Zhanke ve el paso de la Historia como una coreografía que los personajen ensayanpara dominar, aunque no terminen de conseguirlo.  No es casual que la película se abra y se cierre con los ritmos de Go West, de Pet Shop Boys,  bailada con singullares pasos por la protagonista. De eso se trata, de coreografiar un sentimiento, el de emprender la travesía del oeste, pero sin omitir los altibajos sentimentales ni las decepciones surgidas en el camino: los pasos en falso, las fallas colectivas, el cansancio. Para el pesimista Zhanke, todo lo que parecía sólido en el desarrolo de China ha terminado por disolverse en el aire.

Ricardo Bedoya (desde París)

 

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

*
*
Website