Creed: corazón de campeón

“Creed: corazón de campeón” es prolongación, síntesis, relanzamiento y, acaso, clausura de la saga del boxeador Rocky Balboa. Conversa, de tú y vos, con la famosa “Rocky”, la primera película de la serie, y le copia situaciones, estira otras, alude a viejos personajes y se presenta como una inconfesada nueva versión. Un poco como ocurre con el reciente episodio de “Star Wars” y el capítulo fundador, el primero en la cronología , el de los años setenta.

Sylvester Stallone es el viejo Rocky. Está cansado, enfermo y retirado del box. Hasta que recibe una propuesta para entrenar a un joven y brillante peleador. Se llama Adonis y es hijo de Apollo Creed, su viejo y temible rival. Y vuelve, por supuesto. Ya no tiene la fuerza de antes ni sube al ring, pero sabe contagiar su energía al pupilo.

“Creed: corazón de campeón” es una suma de situaciones vistas muchas veces. Pero eso no debe extrañar. “Rocky” es el relato fundador de una mitología y a estas alturas solo cabe variar algunas líneas y actualizar otras (como dramatizar la relación de Adonis con la memoria del padre, que también debe recibir castigo, o imaginar nuevos ambientes urbanos, poblados por jóvenes motociclistas del barrio) pero respetando las matrices. Que nadie espere originalidad, pero si potencia narrativa y contundencia en los golpes.Y eso es lo que hay.

Primero, por la presencia de Sylvester Stallone, que logra un auténtico papel de madurez. Sobrio, adolorido, con el gesto justo. Como algunos de los viejos actores de Hollywood en sus películas finales.

Segundo, por la pelea decisiva, filmada con limpieza, suspenso y creciente intensidad.   Acierto de  mostrar los cuerpos, sus movimientos y ritmos. Ahí está la coreografía del box registrada de frente y no pulverizada en planos cortos y montaje de fantasía. En esa pelea sentimos la dureza, la fatiga y la potencia de la lucha.

Ricardo Bedoy (desde París)

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