Jacques Rivette

Me gustaría escribir con detalle sobre la obra fílmica del recién fallecido Jacques Rivette, autor de películas tan extraordinarias como “Celine y Julie viajan en barco”, “El amor loco”, “París nos pertenece”, “La bella mentirosa”, entre otras, pero por escasez de tiempo lo dejaré para mas adelante.

Ahora solo quiero destacar su papel fundamental como crítico y brillante analista y anotar todo lo que le debemos para la comprensión de lo mejor del cine clásico y para acceder a las claves de la modernidad.

Como “eminencia gris” de la mejor época de la revista “Cahiers du cinéma”, los ensayos de Rivette sientan las bases de la “política de los autores”, quebrando prejuicios extendidos y enfrentando a la opinión critica dominante. Rivette se faja por la extraordinaria obra de Howard Hawks, al que dedica un texto que conserva perfecta vigencia: “Genio de Howard Hawks” (1953).

Como sabemos, las películas de Hawks -junto con las de Alfred Hitchcock, estudiadas por Rohmer y Chabrol- se convierten en el “corpus” que sustenta la teoria del autor cinematográfico, según la postulación francesa.

Pero no solo eso. Rivette, siguiendo la lección de André Bazin, estudia las menospreciadas películas de Roberto Rossellini posteriores al neorrealismo -la etapa Ingrid Bergman-, señalando la radical novedad de su estilo intimista, despojado y trascendente. Su defensa se publica como “Carta sobre Rossellini”.

Años después, ya en la decada de los sesenta, Rivette conspira al interior de “Cahiers du cinéma” para desplazar a Eric Rohmer como editor responsable de la publicación, abriéndola a los nuevos aires  del pensamiento de esos años. La revista apoyada por Rivette y manejada por Jean-Pierre Comolli y Jean Narboni abre las puertas a nombres como los de Pierre Boulez o Roland Barthes y se interesa por escuchar a historiadores, antropólogos y semióticos. Se amplía el instrumental crítico y los “nuevos cines” que aparecen en todo el mundo -desde Rocha hasta Carmelo Bene- reciben especial atención.

No resulta extraño ese interés de Rivette por acoger a lo nuevo Y lo radical. Lo hizo en su actividad critica tanto como en su obra creativa, emblemática del cine de la modernidad.

Rivette fue un cineasta abierto a la experimentación formal y se mostró  fascinado por indagar por los vínculos del cine con otras artes, como el teatro y la musica. Moviéndose en los borrosos límites entre la realidad y la ficción, sus películas son representaciones que muestran a grupos de actores que ensayan sus textos y juegan a representar. Actores que interpretan a otros actores. Performances interminables que fuerzan  los estándares de la exhibición fílmica. Sus películas suelen prolongarse en metrajes insólitos, con el récord de las catorce horas de duración de “Out One”, que acaba de ser reeditada en blu-ray.

Esas desafiantes temporalidades permiten el desarrollo de relatos proliferantes basados en las reglas del azar o del destino. Sus tramas, a veces inextricables, mezclan misterios urbanos, laberínticas conspiraciones y viajes fantasticos, a la manera de Lewis Carroll y Jean Cocteau, como ocurre en “Celine y Julie…”, una de las mejores películas “fantásticas” que se hayan hecho.

Ricardo Bedoya (desde París)

 

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