Semana del cine francés: Party Girl

Entre el Cassavetes de “El asesinato de un apostador chino” y el Pialat de siempre, “Party Girl” es, junto con “La odisea de Alice”, de lo mejor de esta semana francesa.

Retrato de Angélique, sexagenaria y llena de deseo, inquietud e inconformidad. Consciente de su edad y de su estado físico, ella se lanza en la búsqueda de una estabilidad que no la sacia. “Mal en su piel”, ella no se conforma estando dentro ni fuera; ni aquí ni allá. Le atraen los encuentros fortuitos, la juventud, las noches en blanco, las aventuras azarosas. Prefiere “bailar sola”.

Y la película la sigue en su deriva. Los realizadores Marie Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis no caen en la trampa de simular el documental, a pesar de tener a Angélique Litzenburger  encarnándose a sí misma. La ficción es neta y muy trabajada en su apariencia de realismo crudo, atento al registrar los surcos en el rostro de Angélique y la expresividad de sus ojos, la flacidez de los cuerpos, el deambular por la noche. Pero también para capturar los quiebres repentinos del ánimo ante lo que parece inexplicable o absurdo.

O para dar cuenta de esas emociones que parecían reprimidas o enterradas y que, de pronto, salen al galope y quedan a flor de piel, como ocurre en la formidable secuencia del matrimonio.   

La cámara se pega a los cuerpos de los actores y los persigue, pero sin acosarlos. Los muestra siempre en ese entorno del pequeño pueblo de la frontera franco-alemana. La libertad de Angélique, ese personaje insobornable y solo fiel a sí misma y a sus impulsos, se impone a la mirada y al juicio de los otros.

Pura intensidad y temple en este filme indispensable.

 

Ricardo Bedoya

    

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