Empieza el Festival Al este de Lima en una magnífica edición.

Empezamos a comentar las películas programadas con “La montaña mágica”, que es de las indispensables de la competencia. Esta coproducción entre Rumania, Polonia y Francia, está dirigida por Anca Damian que recurre a muchas técnicas e animación par narrar la biografía de Adam Jacek Winker. Exiliado, pintor, montañista, hombre comprometido con las luchas políticas, militante antisoviético y, sobre todo, aventurero, Winker es el protagonista de esta historia de supervivencia. Mejor, de esta lección sobre cómo sobrevivir en las circunstancias más riesgosas y en los tiempos más terribles.

De Polonia a Francia, y de ahí a Afganistán, a luchar contra los invasores soviéticos. La historia es dura, pero está narrada con una entonación cálida, a la vez entrañable e ingenua, con el estilo del padre que mitifica su pasado para admiración de una hija que lo escucha y lo celebra. El material de archivo (fotos, películas) es intervenido con los recursos de la animación: colores sobreimpresos, texturas como de acuarela, cadenas de montañas de papier-maché, técnicas de tachado y veladuras sobre las imágenes, trazos de carboncillo, collage, entre otros. Esas son las materias primas de este cuento de pasión y furia que recorre la iconografía esencial del cine para apoderarse de algunas de sus imágenes: las del “Acorazado Potemkin”, “El tercer hombre” o “Cenizas y diamantes”, que se transforman en grafías artesanales y en iconos emblemáticos de resistencia y lucha contra el poder.

Imágenes que forman parte del repertorio de un teatrín artesanal o de un retablo. Sobre el escenario se representan las batallas del siglo XX: las del “socialismo real”, la resistencia contra el imperialismo soviético, la formación de los nacionalismos, y la radicalización islámica. El corolario: el 11 de setiembre de 2001.

 

Ricardo Bedoya