La lituana “El verano de Sangailé” es pródiga en atardeceres, contraluces, crepúsculos, focos suaves, planos picados sobre los cuerpos reposando en el campo, desenfoques selectivos, filtros de colores, tules, reflejos de luz sobre los lentes. Es lánguida y preciosista en su ilustración de la metáfora del “aprender a volar”. Se presenta como un “coffe table book”: lustroso, satinado, bien compuesto y acicalado. Erotismo de catálogo. Exceso de sacarina. Puro empalago.
Ricardo Bedoya
No estoy de acuerdo, me parece un análisis parcial y telegráfico de la película que solo refleja una parte de la verdad pero que desemboca en una sentencia condenatoria al olvido. Podríamos decir, en efecto, que esta película está llena de excesos visuales, incluyendo su diseño de producción, para contar una historia bastante simple. Sospecho, incluso, que hay un propósito de exaltación de la imagen del país. Pero bueno, Lituania también tiene derecho a tener una Marca comercial.
Pero en contra parte esas mismas imágenes no dejan de impresionar y hasta conmover y las actuaciones de las actrices son convincentes. Y eso, para mí, inclina la balanza hacia el lado positivo.