Michael Cimino

Ha muerto Michael Cimino. Como Eric Von Stroheim, o como Orson Welles, fue uno de los “malditos”, expulsados por Hollywood. La industria nunca le perdonó su libertad, su independencia de criterio. Y la amplitud de su registro, primitivo y tenso como el clásico King Vidor de la era silente; crispado y propenso a los estallidos emocionales, como Kazan; fascinado por los rituales comunitarios, esos que simbolizan las tradiciones heredadas y el entronque de los migrantes con el país de adopción, como Ford.    

A fines de los años setenta, Cimino irrumpe con una narración épica sobre la guerra de Vietnam.  “El francotirador” (“The Deer Hunter”) lo lanza a la fama al recibir varios premios de la Academia. Christopher Walker, John Cazale, Meryl Streep y Robert de Niro son los protagonistas de este fresco ambientado en una comunidad de migrantes rusos en Pensilvania.

Un pequeño mundo en el que se alternan los humos de la acería con la neblina matinal de los bosques que aparecen como encarnación de una nostalgia pastoral. Sentimiento que se hace añicos de pronto. La guerra liquida expectativas y ritos fraternales. Lo lírico cede terreno a lo trágico y a lo elegíaco.

El relato, vigoroso, tiene la potencia de los clásicos. Tres ceremonias, de signos distintos, lo articulan: un matrimonio, la caza del ciervo y el juego fatal de la ruleta rusa. En el ínterin se multiplican otras pequeñas ceremonias, que sueldan las relaciones del grupo, o las liquidan, desde el juego de billar hasta la cena conmemorativa final. Signos y presagios múltiples anuncian la “tragedia americana”, ese destino que se impregna en la generación de Vietnam como la gota de vino en el vestido de la novia.

La guerra como “máquina” que arrasa el “jardín”; la violencia que funda la nación para revertir contra sus propios hijos; la marca del duelo que mina al grupo y consolida las convicciones de los supervivientes. Esos asuntos se condensan en un final formidable, uno de los momentos antológicos de ese cine de los Estados Unidos –el de Malick, De Palma, Coppola, Scorsese, McBride- que revivió en los setenta para adocenarse poco después: el grupo se reencuentra, lleno de heridas, en torno a una mesa, brinda por la memoria del que ya no está y canta “God Bless America”. Réquiem, plegaria, lamento. Una pena que desgarra.

El éxito de “El francotirador” le permite filmar un proyecto ansiado, “La puerta del cielo”, que recrea un histórico conflicto entre grandes propietarios de ganado e inmigrantes pobres de Europa del Este sobre los campos agrícolas de Wyoming en 1890.  Cimino mira hacia atrás, se remonta al pasado y ofrece una inesperada reflexión sobre la lucha de clases que no opaca la amplitud narrativa y la belleza de un “western” insólito.

Sensual, crepuscular y violenta, “La puerta del cielo” alterna la euforia de las celebraciones y la de los combates. Coreografías de vida y muerte –como en “El francotirador”- concebidas como rondas, círculos que integran a ricos y pobres, terratenientes, ganaderos e inmigrantes, caballeros y prostitutas, todos enlazados por los mismos movimientos en redondo de una cámara que nos recuerda que las desigualdades están siempre ahí, activas, disputando el mismo territorio.   

Estrenada en 1980, “La puerta del cielo” es un desastre de taquilla que lleva a la quiebra a la productora Artistas Unidos. La película es mutilada y solo años después se puede conocer la versión completa, que deslumbra.

A partir de entonces, el gran cineasta se convierte en paria. Hollywood ya no confía en él. Es expulsado del paraíso.

Apoyado por algunos productores independientes, Cimino hace otra gran película, “El año del dragón” (1985), un filme criminal romántico y exaltado, con algo de la turbulencia expresionista de Sam Fuller en su descripción del bajo mundo, poblado por líderes de la mafia china.

Pero en los siguientes treinta años solo filma tres títulos más, “El siciliano”, “Horas desesperadas” y “Sunchaser”, que pocos ven y casi nadie aprecia, a pesar del interés de las dos últimas.

El cineasta ya es un alma errante.

El caso Cimino es sintomático del Hollywood de estos tiempos. ¿Qué lugar puede ocupar un autor de ambiciones artísticas y aliento novelesco en un Hollywood dominado por dueños de franquicias y fabricantes de secuelas?

 

Ricardo Bedoya      

3 thoughts on “Michael Cimino

  1. Ricardo, Cimino no fue víctima de nadie mas que de sí mismo. Los excesos y la megalomanía del rodaje de “La puerta del cielo” fue un autosabotaje como no ha habido otro igual en Hollywood. Una lástima que él mismo se haya apresurado a clausurar las puertas que “El francotirador” le abrió de par en par. Hollywood intentó “perdonarlo” unos años después al encargarle la dirección de “Footloose”, pero volvió a las andadas y luego no le quedó mas que el exilio. Por eso no lamento su suerte. Más aún, teniendo en cuenta que por su irresponsabilidad quedó clausurada la gran etapa del Hollywood de los 70 y el director empezó a ser visto con una desconfianza brutal, lo que dio paso a la era de “franquicias y fabricantes de secuelas” que señalas al final de tu texto.

  2. Imposible imaginar a un notable director como Cimino haciendo “Footloose” solo para volver al redil hollywoodense. Y sí es cierto que Hollywood lo saboteó. Yo recuerdo varios artículos en la prensa estadounidense de la época, mucho antes de que “La puerta del cielo” se estrenara, cuando todavía estaba en fase de rodaje, que hablaban mal de la película y pronosticaban -con muy mala leche- que iba a ser un fracaso. Nunca entendieron el talento de Cimino y no le dieron ninguna oportunidad.

  3. Kiko, te recomiendo la lectura de libros como el de Richard Bach o Peter Biskind para que veas hasta que punto los excesos de Cimino en el rodaje de “La puerta el cielo” fueron los que le granjearon el odio y la animadversión de la prensa. Lamentablemente, si hay algo que Hollywood no perdona es el no recuperar el dinero invertido. Los mismos reportes “mala leche” que señalas se aplicaron también al rodaje de “Apocalipsis ya” o más recientemente de “Titanic”, pero ambas películas se convirtieron en logros artísticos y/o comerciales, por lo que hoy son recordadas como éxitos. Y respecto a “Footloose”, Cimino aceptó el encargo, pero empezó a hacer histéricas exigencias desde el primer momento para una cinta que realmente no tenía como justificar un presupuesto más abultado que el que le fue asignado. El tipo no aprendió la lección y punto. No pretendamos justificarlo diciendo que “si tienes talento, todo te está permitido” porque no es así.

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