“Inferno”, de Ron Howard, es menos de lo mismo.
Como en “El código Da Vinci” y “Ángeles y demonios”, aquí nos topamos con un Tom Hanks dispuesto a encontrar mensajes trascendentales hasta en los carteles de Burger King. Durante dos largas horas se la pasa descifrando, a paso ligero, las claves más sofisticadas -o esotéricas- de la cultura universal.
Esta vez le toca a Dante Alighieri, a cuya obra involucran en una descabellada trama conspirativa. Los tormentos de los condenados al fuego eterno se evocan entre grotescas alucinaciones infernales, mientras un villano amenaza a la humanidad con un virus letal y se multiplican las persecuciones sin orden, rumbo ni concierto.
Como película de intriga, “Infierno” resulta insustancial, alargada y fatigosa. Como recorrido turístico por Florencia no ofrece más que cualquier colección de postales. Como ilustración de los círculos del infierno, queda por debajo del nivel de una colección de cromos para quinto de primaria. Tampoco funciona como vehículo al servicio de Tom Hanks. Mejor volvemos a ver al actor en “Despedida de soltero”, “Philadelphia” o en “Tienes un e-mail”, o esperamos el estreno de “Sully”, la próxima película de Clint Eastwood, que lo tiene de protagonista.
Este infierno de cartón piedra ni quema ni abrasa.
Ricardo Bedoya