El monstruo en la piedra, de Ignasi Duarte, es el retrato de un desencantado. Desde la vejez, la enfermedad y, acaso, el abandono, el novelista argentino Alberto Laiseca se somete a una entrevista –el simulacro de una entrevista- con el realizador Duarte. Las reglas del juego –las del dispositivo cinematográfico- se imponen desde el arranque : las preguntas van a ser aquellos asuntos sobre los que el propio Laiseca ha escrito antes. Es decir, se apuesta a una representación. El escritor se convierte en intérprete de su propio rol y dice las palabras que él mismo pronunció alguna vez, o las que dijeron sus personajes. Laiseca es, ante la cámara que no lo abandona ni un instante, él mismo, y es otro, un personaje múltiple que le da voz a las criaturas de sus propias ficciones.
Lo que sigue es expresión de una puesta en escena mínima. Duarte controla la luz del lugar que, al final, acabada la “performance”, deja entrar por una ventana; establece los encuadres, siempre ajustados sobre el rostro del compareciente; concentra la atención en las palabras del anciano. Mejor, en su inteligencia. En esa amarga lucidez que se expresa en frases aceradas. Un personaje apasionante.
Ricardo Bedoya