Rápidos y furiosos 8

“Rápidos y furiosos 8” funciona como las siete películas precedentes. Todo se concentra en cuatro o cinco momentos de acción intensa y detonante; efectos de pirotecnia que aparecen de pronto, hacen pim, pam, pum, y adiós. Veinte minutos después llega otra tanda. En el ínterin, queda tiempo para la meditación y el cultivo de la paciencia, porque casi todo lo que ocurre sobre la pantalla resulta prescindible. La trama es elemental; los personajes de cartón y las situaciones solo conducen a lo que importa: que empiecen de una vez a rugir los motores.

Los mejores episodios de la serie “Rápidos y furiosos” son los más delirantes, disparatados  y veloces; los que multiplican los fuegos artificiales. Como la sexta película, dirigida por Justin Lin, con más equilibrio entre los momentos de acción y la película como un todo, convertida en una loca celebración del movimiento.

El problema mayor de “Rápidos y furiosos 8” es su larguísima duración. Se desperdician 136 minutos para disfrutar de apenas 10 o 12. La secuencia inicial en La Habana tiene un descarado look publicitario, de postal turística. Agradecimiento por las autorizaciones de rodaje, nostalgia de los años cincuenta y consagración del imaginario de una Cuba que puede volver a ser tan festiva como en los días de Fulgencio Batista, nada menos.

La aparición de la villana ciberterrorista que manipula a Toretto puede resultar ridícula e inverosímil, pero Charlize Theron pone humor.  Vin Diesel tiene la presencia masiva y la expresividad de un motor de alta resistencia. Scott Eastwood, el hijo de Clint, recibe el maltrato y las burlas de todo el grupo, pero nunca llama a Harry el sucio para que lo defienda.

Los momentos fuertes de acción, como el del misil termodirigido contra el grupo de rápidos y furiosos, parecen sacados de un filme de dibujos animados, puro irrealismo y frenético sinsentido. Lo mismo ocurre en la escena de la hecatombe automovilística en Nueva York, con las imágenes de centenares de autos cayendo por las ventanas de los rascacielos. Y con Toretto enfundado en una tenida insólita, haciendo un guiño a Robocob o a Iron Man. La secuencia más absurda de todas. la del bebe haciendo pucheros digitales mientras afronta mil turbulencias aéreas en compañía de Jason Statham.  Como en los tiempos de James Bond encarnado por Roger Moore, los “Rápidos y furiosos” se han instalado en la fase de la auto-parodia.

Ricardo Bedoya

 

Son esos momentos puntuales los que justifican esta película que no le pide ningún favor a la lógica, la coherencia o la verosimilitud.

 

 

 

4 thoughts on “Rápidos y furiosos 8

  1. Cuba festiva como en los tiempos de Batista? Se referirá a cuando era un burdel norteamericano, supongo. Porque festiva, en sentido general, siempre lo ha sido por el carácter de los cubanos, a pesar de las dificultades de ayer y hoy. Por lo demás, estoy de acuerdo en que la película muestra una visión grata de La Habana no tanto como postal turística sino como marca ciudadana y el rodaje es una tempranera muestra de la mejora de relaciones con EEUU antes de Trump.

  2. Si uno comprende la idiosincrasia de la gente en los Estados Unidos, comprende porque Rapidos y Furiosos sigue vigente en Hollywood. No solo es por desde ya ser una buena película, sino que en este país los motores son la pasión de la gran mayoría de la gente. Ya sea una moto pero sobre todo un coche, este será la inspiración para ellos.

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