Cuarta Semana del Cine 2018: Shéhérazade

“Shéhérazade”, de Jean-Bertrand Marlin, sorprende. Remonta su perfil bajo a fuerza de pura emoción. Es una historia de amor entre personajes marginales, descendientes de migrantes, radicados en una Marsella inhóspita, fría y hostil. El director Marlín evita la sordidez en la presentación de ese mundo de pequeños delincuentes y proxenetas. Lo hace anulando el sentimentalismo, pegándose a los recorridos de los personajes, mostrándose solidario con ellos hasta cuando se equivocan, evitando el trazo grueso en la descripción de los antagonistas.

Pero, sobre todo, acertando en la dirección de los actores. La pareja que conforman Dylan Robert (Zachary) y Kenza Fortas (Shéhérazade) mantienen una relación amorosa llena de contradicciones. La interpretan con un juego nervioso, pero nunca crispado, que pone toda la expresividad en el juego de proximidades y distancias corporales. Los personajes se siguen, se acechan, se esperan, riñen, y se encuentran en una secuencia culminante y cargada de emoción. Hay en el naturalismo conciso del estilo algo que recuerda a Maurice Pialat, pero acaso con mayor sequedad en la exposición de esos flujos emocionales que impulsan a Zachary a cometer el error que lo condena y lo redime a la vez.

En la secuencia final es imposible no pensar en “Pickpocket”, de Bresson, aunque solo sea por la coincidencia de la situación.

Ricardo Bedoya

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