“La vida secreta de Walter Mitty” apunta hacia los caminos más trillados, sentimentales y socorridos, pero los esquiva con gracia y seguridad.
Ben Stiller conduce su película con ánimo aventurero y dosifica todo aquello que podía descuadrar el proyecto: los efectos especiales son usados con sensatez; el trasfondo romántico se desarrolla sin desbordes; Sean Penn está, felizmente, controlado y no puede hacer el número de lucimiento que le permiten otros directores; hay un uso generoso y bien aprovechado de los paisajes naturales en pantalla panorámica; Stiller hace de un Walter Mitty más cotidiano y próximo que el que encarnaba el insufrible Danny Kaye en la versión dirigida por Norman Z McLeod (que es muy distinta a la actual); la historia de superación personal jamás adquiere los acentos triunfalistas y complacientes que podían adivinarse.
Hay modestia, ingenuidad y melancolía en esta apreciable película que confirma a Stiller no solo como un actor central en la comedia actual, sino como un director que tiene claras las cosas y evita las soluciones fáciles.
Ricardo Bedoya