Exhibición de Dos caminos, de Salvador Akoskin

Este lunes 16, a las 8 de la noche, en la sala azul del Centro Cultural de la Universidad Católica, se exhibirá la versión restaurada de “Dos caminos”, de Salvador Akoskin. La restauración ha sido impulsada por la Filmoteca de la PUC.

La entrada a la proyección de Dos caminos es gratuita. Luego, se servirá un vino.

Aquí tienen una breve presentación de esta película peruana.

 

¿Cómo situar a Dos caminos en el panorama del cine peruano? Sin duda, poniéndola en perspectiva y cotejándola con las películas que se hacían en los años de su realización.

La película, dirigida por Salvador Akoskin, es el típico empeño artesanal cinematográfico, producto del entusiasmo por hacer cine sin ningún amparo oficial, recursos de coproducción ni soportes técnicos. Estrenada en Lima en diciembre de 1972, Dos caminos es, en realidad, una película de los años sesenta. Como otros títulos en ese período, intenta aprovechar el interés y curiosidad del público por las figuras de un medio naciente, la televisión, que empieza sus emisiones regulares en el Perú de 1958. No era la primera vez que ocurría el encuentro del cine peruano con un medio de comunicación de reciente andadura o con un tipo de espectáculo tradicional. A fines de los años treinta, la empresa Amauta Films ya había capitalizado el interés popular por el cine sonoro incorporando en sus producciones las voces de cantantes y las presencias que el publico reconocía por la radio y el teatro costumbrista y de variedades.

Por eso, en la década de los años sesenta del siglo XX, la televisión se convierte en la cantera a la que acude el cine peruano –en una fase rudimentaria de su desarrollo, sin tradición, experiencia o continuidad en la producción- para encontrar nombres de reconocimiento masivo y enganche popular e incorporarlos como protagonistas. Ellos provienen de la animación de concursos televisivos, de la conducción de noticiarios, de la presentación de avisos publicitarios, de los shows musicales y de la actuación en telenovelas. El público deseaba ver a todas esas figuras en otros papeles y en la pantalla grande.

Esa voluntad se animó con la promulgación de la ley 13936, dictada en enero de 1962, durante el gobierno de Manuel Prado Ugarteche, que había exonerado de todo tributo a la exhibición de largometrajes producidos en el Perú por empresas nacionales. Es decir, se liberaba a la exhibición de impuestos municipales así como del gravamen a las utilidades empresariales provenientes de la actividad fílmica. Aunque no fuese una norma legal de estímulo industrial, su existencia impulsó a algunas empresas peruanas y mexicanas a asociarse para invertir en producciones fílmicas que fueran rentables tanto en México como en Perú. Lo hicieron juntando en sus repartos a figuras del espectáculo conocidas aquí y allá. Las de aquí eran elegidas del vasto repertorio televisivo. Así, el director de Dos caminos, Salvador Akoskin, tuvo un papel como actor secundario en A la sombra del sol, dirigida por Carlos Enrique Taboada, una de esas coproducciones peruano-mexicanas.  

En paralelo, se realizaron películas que consiguieron fuentes de financiamiento diversas y que aprovechaban la popularidad de figuras como el presentador televisivo Kiko Ledgard, que  produjo y escribió El embajador y yo (1968), o el comediante Tulio Loza, que produjo Nemesio (1969)

Dos caminos apeló a similar estrategia. Los protagonistas fueron presencias conocidas de la televisión de entonces como Humberto Martínez Morosini, presentador del noticiario El Panamericano y conductor de otros programa de la empresa Panamerican Televisión; el actor Fernando Larrañaga; la comediante Teresa Rodríguez, conocida por su personaje de Juanacha; la actriz y cantante Anita Martínez; el comediante Antonio Salim, conocido por su personaje de Roncayulo; el actor Jorge Montoro, e intérpretes como Isabel Duval, Dalila Damonte, María Ramos, Celma Vautier, Hugo Loza, Gloria Lecaros, Leonidas Carvajal, Edmundo Monteza, entre otros.

Y a ese elenco se unieron cantantes como Jorge Pérez y el Trío Los Virreyes. Ello explica la abundacia canora. La ficha original de la película incluye canciones como “La Parada” (Juanacha-Montoro), “Cántame ese vals, patita” (Jorge Pérez), “Dos serenatas” (Trio Los Virreyes), entre otras. Esa apelación musical y humorística (la presencia de Juanacha y Roncayulo) remitía a su vez a la sensibilidad de las viejas películas de Amauta Films, que fusionaron la exaltación criolla con el humor y el melodrama.  

Sin embargo, Dos caminos no se benefició con los importantes recursos dinerarios y de producción que pudieron aportan Ledgard y Loza para sustentar sus películas. Tampoco recibió las inversiones de las empresas productoras mexicanas que realizaron en el país títulos como Operación Ñongos, Seguiré tus pasos, El tesoro de Atahualpa, Las psicodélicas, entre otras. La carestía de recursos económicos y técnicos de Dos caminos la emparientan con otros proyectos muy frágiles y fallidos de aquellos años, como Tres vidas (1967) de Aquiles Córdova, Interpol llamando a Lima (1969), de Orlando Pessina, o Los montoneros (1970), de Atilio Samaniego

Si algo caracteriza a Dos caminos es la precariedad de su producción, el amateurismo del empeño, y la voluntad de seguir al pie de la letra las pautas dramáticas de la telenovela tradicional, narrando los problemas afectivos de una pareja que conduce un puesto de venta de comestibles en el mercado mayorista de Lima, denominado La Parada. Si la representación no alcanza los estándares requeridos de verosimilitud, la película posee el interés de mostrar de modo casi documental la incesante actividad y las rutinas del Mercado Mayorista de Lima, escenario natural de varias secuencias de la película, y de tratar –acaso de modo involuntario e indirecto- algunos asuntos de debate en esos años de la llamada “primera fase” del gobierno militar, presidida por el general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), cuando el Perú vivía un proceso de intensa migración interna.

Una anotación final. Dos caminos se estrena cuando ya se encontraba vigente el Decreto Ley No. 19327, de Promoción de la Industria Cinematográfica. Sin embargo, aún no tenía  aplicación práctica al no haberse publicado el decreto supremo reglamentario. Como sabemos, esa norma legal del régimen militar inauguró una fase de desarrollo inédito en el cine peruano.

 

Ricardo Bedoya

 

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