Cine brasileño actual: Logros, amenazas y resistencia. Entrevista con Luiz Zanin, por Emilio Bustamante

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Luiz Zanin Oricchio es uno de los críticos de cine más respetados de Brasil. Escribe en O Estado de Sao Paulo desde 1990, ha ejercido la presidencia de Abraccine (Asociación Brasileña de Críticos de Cine), y ha publicado los libros Fome de Bola – Cinema e Futebol no Brasil (2006), Guilherme de Almeida Prado um Cineasta Cinéfilo (2005) y Cinema de Novo: um Balanço Crítico da Retomada (2003). Conversamos con él,  durante el reciente 29° Festival Iberoamericano de Cine Ceará, sobre el estado actual y las perspectivas del cine brasileño.

 

Quisiera que nos dieras un panorama del cine brasileño actual y de lo que le espera. Porque aparentemente hay un buen momento. El cine brasileño acaba de obtener premios en Cannes, y todo indica que están dando frutos las políticas del Estado. Por ejemplo, aquí en Ceará hay hechos que me entusiasmaron el año pasado y me entusiasman este año: que se haga cine en regiones, ya no solo en Sao Paulo y Rio de Janeiro, que haya políticas de formación de públicos, estudios superiores de cine en las universidades… Todo eso es muy estimulante. Pero evidentemente hay una amenaza del gobierno federal. Estuve viendo el último número de Cahiers du Cinéma dedicado al cine brasileño y hablan de una “Era Bolsonaro”, lo cual es temible, ojalá que no sea una era lo que viene, esperemos que no dure mucho.

Lo esperamos todos porque es como tú dices: la situación actual es promisoria, pero tenemos las amenazas del gobierno federal. Estas amenazas van a hacer daño al cine, pero las iniciativas regionales del país hacen que yo tenga esperanza de que no tengamos una discontinuidad de la producción brasileña como tuvimos en el año 1990 con el gobierno de Collor, porque en aquella época eran mucho más centralizadas la producción y la distribución, y cuando el gobierno intervino extinguiendo todos los órganos de producción y distribución de cine, la producción brasileña prácticamente cayó a cero. Al menos en los primeros años de la década de 1990 teníamos solamente dos o tres largos por allí. Solo cuando Collor renunció en 1994, luego del impeachment, el nuevo gobierno presidido por Itamar Franco, que era el vicepresidente de Collor, empezaron a hacerse leyes para restablecer el cine brasileño. Lo que llamamos la “retomada” del cine brasileño. Estas leyes produjeron un sistema de cine brasileño que si no es ideal, es muy interesante en relación con lo que teníamos antes. Produjo resultados interesantes en términos de mercado. Hubo un año excepcional en el que tuvimos 22% o 23% del mercado, pero ese fue un año excepcional; en general tenemos 10% o 15% del mercado. No es mucho, pero es parecido a lo de otros países, porque, como tú conoces muy bien, el cine norteamericano domina el mercado en el mundo.

Y llegamos a la creación de Ancine, que es la agencia reguladora del cine en el país, que cuenta con un presupuesto. Esta agencia nace en una época de una presidencia progresista, y que promueve mucho la diversificación de la producción en el país. Aquí en Brasil siempre ha habido una concentración en Rio de Janeiro y Sao Paulo, que son las ciudades más importantes del país y que terminan concentrando todo. Pero con esta política de diversificación regional tuvimos resultados muy buenos, acá en Ceará, en Pernambuco, Paraíba… Paraíba es un estado muy chiquito de la Federación Brasileña, y el año pasado tuvo siete largometrajes nuevos y buenos. Esas películas regionales tienen características específicas de las culturas locales y al mismo tiempo están ligadas con las corrientes más contemporáneas de la estética cinematográfica. Los realizadores son, en general, jóvenes que ven muchas películas, van a festivales internacionales, y dan un dinamismo muy grande al cine brasileño. Yo tengo la esperanza de que este tipo de cine sobreviva a esta catástrofe que ha sucedido en Brasil, que es la elección de un presidente de tendencias fascistas, autoritarias, y que se considera enemigo de la cultura. Para él, la cultura es su enemiga.

 

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El año pasado entrevisté a Orlando Senna, y me dijo que aunque fuera elegido un gobierno de derecha, le iba a ser muy difícil desmontar todo el sistema legal de apoyo al cine. Pero este año le contaba esto a un amigo que vive aquí, y me decía: bueno, eso sería con un gobierno como el de Temer, pero Bolsonaro lo puede hacer. ¿Tú crees que lo pueda hacer, desmontar todo el sistema?

Yo creo que va a tener trabajo, pero ya está empezando. Ya intervino Ancine, quitó al presidente, quitó a varios directores, y quiere colocar a personas religiosas porque él dice que hay que tener filtros temáticos en los proyectos que se van a desarrollar porque el gobierno no puede financiar películas que atenten contra la familia, contra la religión, contra las costumbres del pueblo. El otro nombre de esto es: censura previa. Va a ser muy duro para nosotros. Creo que no le va a ser posible destruir todo, completamente; pero va a ser muy difícil para nosotros. Y debemos tener en cuenta que está solo en el inicio del proyecto, nos esperan tres años más. Hay quienes dicen un poco como chiste y otro poco como verdad: 2019 no es un año completamente malo, 2020 va a ser peor. Y es que en este año recién está tomando la máquina del Estado.

Pero para desmontar todo el sistema legal necesita del Congreso. Necesita derogar leyes y dar nuevas leyes. ¿Tendría el apoyo del Congreso?

No sé, pero ya ha tomado iniciativas que son anticonstitucionales. Por ejemplo, para desmontar Ancine. No podría destituir al presidente de la agencia, porque es independiente del poder ejecutivo, pero el Tribunal de Cuentas acusó de corrupción al presidente de Ancine, entonces fue destituido por haber cometido un acto de corrupción; él y todo su staff. A mí no me gusta nada esta persona que ha sido destituida, fue colocado por el gobierno de Temer, después del golpe a Dilma Rousseff; pero lo que demuestra esto es que hay siempre una manera de contornear las leyes y redirigir sus objetivos, Bolsonaro dice: yo no he destituido al presidente de Ancine, solo he obedecido al Tribunal de Cuentas.

Y actualmente, ¿el Ministerio Público y el Poder Judicial están más cercanos de Bolsonaro?

Están más cercanos, pero hay una disputa. Hay un movimiento de la Suprema Corte contra los procuradores del Ministerio Público. No están unidos, están disputándose una parte de poder. En eso estamos. Y en el Poder Ejecutivo, ya no hay un Ministerio de la Cultura, sino solo una secretaría especial, y las personas nombradas allí son personas que consideran que la cultura en general y el cine en particular son enemigos de la patria, de la población que dicen representar. Son personas muy conservadoras, que no apoyan discusiones de género, identidad, racismo; todas esas son cosas que no deben ser tocadas, para ellas, y no se puede hablar de desigualdades sociales porque eso es conversación de comunistas. Son personas que piensan, un poco, como si estuviéramos en la época de la Guerra Fría: estamos nosotros que somos los virtuosos, y están los comunistas que quieren destruir las familias, los valores de la civilización occidental. Y al mismo tiempo, el cine brasileño es la carátula del último número de Cahiers du Cinéma, y Bacurau ha ganado el Premio del Jurado en Cannes, el festival más mediático que existe actualmente.

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¿Cuántos largos está produciendo Brasil actualmente?

El año pasado se hicieron 180 películas. La verdad, hay una parte que no llega jamás a salas, la pasan por televisión.

¿Qué tendencias hay en el cine brasileño actual? ¿Qué autores destacan?

Hay una mezcla. Están los viejos representantes del Cinema Novo, como Carlos Diegues, que tiene un filme titulado El gran circo místico; son ya personas mayores que están todavía en actividad. Están los surgidos en la época de la “retomada” del cine brasileño, que tienen edades entre los 40 y 50 años. Y están los jóvenes que han surgido después, y que son muy interesantes en las regiones. Es un cine muy activo y muy creativo. Habla profundamente de la realidad brasileña, pero ya no es más dependiente de la estética del Cinema Novo; tiene otras referencias cinematográficas. Tiene referencias del Cinema Marginal que apareció después del Cinema Novo, y tiene referencias internacionales.

Por ejemplo, a Kleber Mendonça Filho le gusta mucho el cine de John Carpenter. Pero estas influencias son aplicadas a la realidad brasileña. Kleber ha sido crítico de cine antes de ser cineasta y su primer largo se llama Críticos; es un documental sobre los críticos de cine, su relación problemática con los cineastas. Sus cortos fueron bien recibidos en festivales y sus tres largos [O Som ao Redor, Aquarius y Bacurau] me parecen muy interesantes porque el suyo es un cine que busca ser entendido y disfrutado por el público, que no descarta el placer cinematográfico, y que al mismo tiempo es un cine de ideas, sobre la problemática social brasileña.

Hablamos de Kleber, pero hay también otros cineastas. En Pernambuco está Cláudio Assis, que hace un cine potente y radical. Está la película Pacarrete, de un director de acá, de Ceará, Allan Deberton, con actores de Paraíba; una película no directamente política pero muy inventiva. Cada año tú ves 10 a 20 largos que realmente te estimulan.

Nuestra producción documental también es muy importante. De las 180 películas que se hacen cada año, tal vez más del 50%  sean documentales.

Y los documentales tocan temas como el pasado histórico que ha dejado heridas abiertas, y, lo hemos visto en estos días, el problema de propiedad la tierra…

Sí, la propiedad de la tierra y también la cuestión de la Amazonía, que compartimos con Perú, y que es una región de interés internacional. ¿Y cuál es el discurso del gobierno al respecto? Es un discurso nacionalista: la Amazonía es nuestra, entonces nosotros podemos quemarla; tenemos el derecho de destruirla. Y allí están los indígenas. En unas tierras que quieren los ganaderos, los grandes agricultores para sembrar soja. Hay una serie de documentales sobre la cuestión indígena que son muy buenos; recomiendo dos: Martirio de Vincent Carelli (Foto de apertura), y Serras da Desordem de Andrea Tonacci, que es un realizador que ha muerto hace dos años.

 

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Esto nos lleva al problema de la distribución y la exhibición. Estos documentales llegan a la televisión, ¿pero el público brasileño los ve o están allí pero no los ven?

No recuerdo si se exhibieron estos documentales en salas de cine, pero es muy difícil que un público vea documentales en salas de cine. [1] Son excepciones. Por ejemplo, hay un documental sobre Vinicio de Moraes, un artista amado en el país que ha muerto en 1980 pero su música permanece. Ese documental tuvo 300 mil espectadores. Es una excepción, pero a los documentales sobre música aquí en Brasil les va bien, inclusive en las salas comerciales, porque yo creo que la música popular brasileña es tal vez nuestra manifestación artística más fuerte, y más conocida en el exterior. Hay muchas películas sobre músicos, compositores, cantantes; esa es una vertiente importante de la producción brasileña.

¿Qué espacios tiene el cine experimental?

El cine experimental tiene mucha dificultad en llegar al público. El festival que más se concentra en el cine experimental es el Festival de Tiradentes, en Minas Gerais. Es un festival especializado en filmes de jóvenes directores y de apuesta estética bastante osada; no es el único, pero sí en el que se ve el cine brasileño más experimental.

En el otro extremo, ¿cuáles son las películas más comerciales y más taquilleras?

Las más taquilleras, aunque han perdido un poco de fuerza en los últimos dos o tres años, son las comedias. En los últimos diez o quince años son las únicas películas que hacen cuatro o cinco millones de espectadores, hasta siete millones de espectadores. Hay algunas excepciones. Tropa de élite tuvo algo así como cinco o seis millones, y Tropa de élite 2 hizo casi doce millones de espectadores.

Eran películas ideológicamente muy tendenciosas…

Mucho. Increíble que Tropa de élite haya ganado el Festival de Berlín… ¿Y quién estaba de presidente del jurado? ¡Nada menos que Costa-Gavras!…

También hay un cine religioso…

El jefe de la Iglesia Neopentecostal Evangélica [Iglesia Universal del Reino de Dios] tiene en Brasil un poder espantoso. Él está haciendo la segunda película sobre su propia vida. ¿Y qué hace ese señor? Compra las entradas, las distribuye en las iglesias, los clientes las reciben gratuitamente, y muchas veces no van al cine. Entonces, los cines están vacíos o con mitad de sala, pero aparece que las salas están llenas. Eso crea una distorsión estadística brutal. Entonces, la primera película que hizo, que se llama Nada a perder, es ya considerada la película más taquillera de la historia del cine brasileño, ha vendido más de 12 millones de entradas, pero no sabemos cuántas personas realmente la vieron. La película es muy mala. Es de autoglorificación. Él cuenta su vida como la de un hombre perseguido por las fuerzas del mal de la Iglesia Católica, y triunfa porque tiene la misión de transmitir la palabra de Dios.

Tienen también un canal de televisión.

Sí, y es el canal que da total apoyo a Bolsonaro. Están totalmente articulados. Es muy preocupante esto.[2] Pero quiero agregar que también en Sao Paulo, donde yo vivo, hay un movimiento de resistencia a este desmadre que está promoviendo el gobierno federal. Hay una empresa municipal  [de fomento al audiovisual] que se llama SPcine, presidida por una muy buena cineasta brasileña, Laís Bodansky, que está haciendo muy buen trabajo. El otro día estuvimos en la ceremonia de la gran entrega del Gran Premio del Cine Brasileño, de la que yo hago la transmisión para el Canal Brasil; estaba el alcalde de Sao Paulo, y dijo que no compartía las ideas de Bolsonaro, que en el Estado de Sao Paulo no va a haber censura y que va destinar 20 millones para estimular la producción de filmes. Él era el vice-alcalde,  quien era el alcalde postuló al cargo de gobernador y tuvo que renunciar. Asumió entonces la alcaldía esta persona, Bruno Covas, que es un hombre de centro que no está involucrado en ese propósito de barbarie del gobierno federal, y que se propone estimular las artes, estimular el cine. Pienso que por allí el cine puede sobrevivir a pesar de las peores perspectivas que tenemos respecto del gobierno del presidente Bolsonaro.

En Río la situación parece más difícil…

La situación de Río es terrible. Río es un Estado que está en caída. Hay mucha corrupción,  y eligieron a un fascista como gobernador, un enemigo total de la cultura. La situación de Río de Janeiro es muy grave. Yo tengo muchos amigos en Río que están muy preocupados. No se sabe qué va a pasar. Hay un festival muy grande allá, el Festival de Río, un festival tradicional como el de Sao Paulo, con cuatrocientas películas de todo el mundo; pero ahora no sabemos si se va realizar o no. Si se realiza, ciertamente será más chico.

¿Cuántos festivales hay actualmente en Brasil?

Hay más de doscientos. Los más tradicionales son los de Brasilia, que es el más antiguo, Gramado, Sao Paulo, Río, Cine-Ceará, que es el más importante del Nordeste. Los más pequeños repiten los filmes que ya se han exhibido en los más tradicionales, pero son importantes porque muchas veces se realizan en lugares que ni siquiera cuentan con una sala de cine. Entonces, es la oportunidad de que las personas tengan contacto con un tipo de películas que normalmente no ven en televisión ni en Netflix. Es el caso de Tiradentes, por ejemplo. Tiradentes no tiene una sala de cine. Ellos, durante el Festival, hacen una cosa que se llama cine-carpa [cine-tenda], arman una carpa como si fuera la de un circo y allí exhiben las películas. Es un escenario provisorio, se acaba el festival y se acaba el cine. Hay muchos casos así que sustituyen a la red de exhibición alternativa, que es todavía muy precaria. Hay muchas ciudades que no tienen una sala de cine.

¿La red alternativa no está aún bien implementada?

No en todas partes. En Sao Paulo sí. Esta empresa que te mencionaba, SPcine, montó una red alternativa para exhibir exclusivamente cine brasileño. Está orientada a las poblaciones más necesitadas, a los barrios más apartados y al centro de la ciudad, que se ha deteriorado mucho y donde ahora hay poquísimos cines, pues las salas se han concentrado en las zonas más ricas. Son iniciativas de llevar el cine a personas que tienen la experiencia del audiovisual solamente a través de la televisión, internet, el celular o la Tablet.

Volviendo a la política de Bolsonaro respecto de la cultura, parecería existir la intención de promover el odio popular hacia las élites intelectuales…

Eso es muy típico del fascismo. Esa es una característica. Que los intelectuales no trabajan, se creen superiores, tienen ideas peligrosas que solo destruyen. Que los grandes valores son los valores de la familia, la patria y Dios, y que los intelectuales y los artistas contestan todo eso y viven una vida desordenada. Los intelectuales y artistas son excelentes chivos expiatorios.

¿Pero no habría en la política cultural de Bolsonaro, además de la promoción de ese cine religioso del que hemos hablado, la posibilidad de una alianza con las grandes corporaciones norteamericanas de cine para entregarles el mercado?

Ya tienen más del 80% del cine, quizá quieren más. Para el capital si tienes el 95% del mercado, ¿por qué no el 100%? Es muy posible, porque el alineamiento del gobierno con los Estados Unidos es total. Acá tenemos una cuota de pantalla que es una tradición que viene de los años 40; siempre la tuvimos. Pero que desde que llegó al poder, Bolsonaro no la asigna. Tiene que asignarla cada año, pero hasta ahora no la asigna.

Entonces, en este momento no tienen cuota de pantalla.

No, no tenemos. Estamos sin cuota de pantalla. Existe la herramienta legal, pero no está siendo aplicada porque debe renovarse la cuota cada año. Al final del año las empresas de cine estatales hacen la propuesta en base a la producción real. Es un porcentaje que cambia cada año. El presidente de la República debe asignarla, pero se ha negado a hacerlo.

Eso implica que este año puede reducirse el porcentaje de películas brasileñas en sala.

Perfectamente, porque las salas no tienen la obligación.

Eso favorece a las empresas norteamericanas

Evidentemente. Las señales son terribles.

¿Y hay la posibilidad de defensa de los brasileños de su cine? Digamos, las agremiaciones por un lado y el público por otro.

Yo no contaría con la defensa del público, lamentablemente. Ya tenemos la experiencia de 1990, cuando el presidente Fernando Collor prácticamente destruyó el cine brasileño. No se oyó una palabra. Ni de la prensa, porque la prensa durante los años 80 hizo una campaña terrible contra la empresa estatal. Eran los años neoliberales y para la prensa era un absurdo que hubiera una empresa estatal para el financiamiento y la distribución del cine; eso debería dejarse a la iniciativa privada, que lo haría mejor. Y esta posición no solo era la de la prensa más conservadora, sino la de la prensa liberal. Cuando acabaron con la empresa estatal de cine -que tenía muchos problemas, es cierto- no colocaron nada en su lugar, vino el caos, y la producción bajó prácticamente a cero.

¿Quiénes harían entonces la defensa del cine brasileño?

Creo que nos corresponde a nosotros, los intelectuales, los periodistas, los cineastas y la gente de las otras artes también. Están todos preocupados y movilizados. Creo que debemos sentarnos a dialogar con el público. En último análisis es solo el público el que puede defender a los artistas de su país en la medida que considere que son importantes, que la cultura nacional es algo importante, algo vital, algo bueno para su vida. Pero esto todavía no ha ocurrido.

En veinticinco o treinta años de resurgimiento del cine brasileño se ha construido todo un sistema de producción de filmes. Tenemos buen nivel de fotógrafos, directores, profesionales del área técnica. Buena calidad internacional. Los directores tienen articulación con el cine mundial, no están mirando su propio ombligo sino están abiertos a influencias y a dialogar con el cine mundial; y hay esa preocupación de utilizar el arte para reflexionar sobre el país, sin olvidar que es preciso que este tipo de reflexión llegue a un público. Es muy promisorio el momento en que se forma ese sistema de auto-reproducción de una manifestación artística que tenga esa característica también de estar pendiente del punto de vista industrial (técnicos, máquinas, plata), porque es muy distinto hacer una película que escribir un poema en una habitación. Creo que se ha llegado a un estadio no ideal pero sí muy bueno de cine,  y eso no creo que sea destruido completamente porque hay resistencia; pero sí temo que caminemos hacia atrás.

 

Emilio Bustamante

Fortaleza, 5 de setiembre del 2019.

 

[1] Serras da Desordem puede verse en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=lAK4sPeShx4

[2] Se trata de RecordTV, la segunda cadena de televisión de mayor cobertura en Brasil, solo superada por Globo.

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