Sobre el Cineclub de Lambayeque

 Apostolado de la cinefilia en el norte del Perú

Víctor H. Palacios Cruz

Escribe Michel de Montaigne, dolido por no tener una compañía adecuada con la que compartir las impresiones de sus viajes por Europa: “ningún placer tiene sabor para mí sin comunicación. Mi alma no concibe un solo pensamiento airoso sin que me irrite por haberlo producido en solitario, y sin nadie a quien ofrecérselo. Si se me concediera la sabiduría con la salvedad de haber de mantenerla oculta y sin poder declararla, la rechazaría”. Palabras que recuerdan el elogio que hizo Cicerón de la amistad como un tesoro sin el cual la posesión de ciencia o riquezas dejaría solo amargura en el alma.

Y alumbran también el fundamento de pluralidad que tiene toda experiencia humana. La condición poliédrica de los hechos convierte nuestro punto de vista –seres finitos emplazados en una posición– en un parecer tan legítimo como insuficiente. Como sugiere Hannah Arendt, nuestras percepciones, ideas y emociones ocurren estrictamente dentro de nosotros, de modo que aun su intensidad no basta para convencernos de la realidad de lo que vemos. De ahí que acudamos al vecino, al otro, para recabar una confirmación sin la cual nuestra apreciación tendría el estatus de una fantasía. Como decía Marcel Proust, el gran viaje que hay que hacer no es a los confines del universo sino a los ojos de otra persona.

            En esa segunda naturaleza que es la cultura, con que recogemos nuestra visión de lo que nos rodea y de nosotros mismos, nada es más difícil de juzgar que los relatos, los sonidos o las imágenes que otros han producido desde su entorno. Los clásicos del arte los determina en buena cuenta la recepción y el comentario de los observadores venideros. Dice Julio Ramón Ribeyro que Don Quijote fue una novela humorística en el siglo XVIII, una tragedia filosófica en el XIX y una sátira política en el XX. En suma, la novela de Cervantes no cesa de hablar a cada tiempo y a cada circunstancia.

El mundo es inagotable y los mortales diminutos. Pero nos acercamos a una comprensión plausible en el intercambio de nuestros respectivos trocitos de mundo. Nuestra pequeñez es el mejor pretexto para el diálogo y la búsqueda en común. Por ello, nada más ejemplar y esperanzador que difundir, por ejemplo, las películas que –incipientes o maduras, antiguas o recientes, lejanas o cercanas– transportan las sensibilidades de otros, y añadir a ello la reunión de miradas propia de un cinefórum. Hacerlo, además, con la tenacidad, la alegría y el desprendimiento de esos misioneros que se pierden por selvas o desiertos, cordilleras u océanos, descalzos, con un liviano morral y un inextinguible destello en los ojos.

Es lo que suscita el trabajo de varios años productivos y gozosos de los chicos que conforman el Cineclub de Lambayeque que organizan, cada semana en la ciudad de Chiclayo, una proyección libre y abierta en que no se cobra un centavo y se procura una programación alternativa al ralo circuito comercial, por medio de ciclos cuidadosamente pensados para permitir el contacto del público con distintas culturas cinematográficas, visibilizar a autores que comienzan, propalar el material de festivales que tienen su centro en la capital del país, homenajear el legado de los grandes maestros, fomentar una reflexión social y antropológica y crear espacios de debate sobre la técnica, la estética y las temáticas que recoge la infinita variedad del séptimo arte.

La renovadora gestión del ex Instituto Nacional de Cultura de Lambayeque a cargo de Carlos Mendoza Canto permitió, hacia 2007, la creación de una sección dedicada al Cineclub en la que, pronto, colaboraron estudiantes de Comunicación de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (Lambayeque), contando, además, con el respaldo del Centro Cultural de España, el Instituto Italiano de Cultura y la Alianza Francesa, así como con la asesoría especializada del crítico de cine Jaime Luna Victoria. En 2009, dichos estudiantes, hoy egresados –César Vargas, Lady Vinces, Luis Camasca, Miguel O. Cabeza y Heidi Pastor– decidieron, con el aliento y el apoyo de Carlos Mendoza, asumir la responsabilidad de la organización y la programación de lo que se llamaría en adelante Cineclub de Lambayeque.

En la intensa trayectoria de esta aventura, debemos a ellos series dedicadas a F. Fellini, C. Eastwood, M. Scorsese, W. Allen, S. Kubrick, Hitchcock, Visconti y Kurosawa, y a otros directores infrecuentes en espacios de provincias como Antonioni, Passolini, Godard, Kaurismäki y Angelopoulos; incluso el descubrimiento de obras sorprendentes e ignoradas como el cine delicado, emotivo y enigmático de Naomi Kawase; la intrepidez ingeniosa de Harold Lloyd (un gigante de la comedia a la altura de Chaplin y Buster Keaton); o la notable producción del argentino Leonardo Favio, entre tantos hallazgos.

Asimismo, charlas formativas y estimulantes con invitados como Ricardo Bedoya y el tailandés Apichatpong Weerasethakul –Palma de Oro en Cannes–, quien llegó a brindar un master class que dejó una honda huella promisoria. Sucesos como la visita de los realizadores Héctor Gálvez, Carlo Brescia y Fernando Vílchez; conversatorios sobre películas nacionales con presencia de sus directores; y hasta la llegada de miembros de la etnia awajún, con ocasión de un documental basado en su forma de vida y sus creencias.

A lo largo del tiempo, gracias al ahínco de sus miembros, el Cineclub de Lambayeque ha sido espacio de muestra de trabajos de festivales como FENACO, “La Noche de los Cortos”, “OutFest Perú”. También de los festivales de Cine de Huesca, “Cortos de Vista (Chiclayo)”, “Sembrando Cine”, “Al Este de Lima”, el Festival de Cine Lima Independiente y el Festival del Cortometraje Peruano.

Ha llegado a entablar relaciones fructíferas con la revista de cine Godard!, el Cineclub Pueblo Libre y el Cineclub de la Universidad Cayetano Heredia de la ciudad de Lima. Durante los años 2008, 2010, 2011 y 2012 ha sido una de las sedes descentralizadas del Festival de Cine Europeo organizado por el Centro Cultural PUCP en coordinación con países miembros de la Unión Europea. En 2009 y 2010, fue escenario de la Muestra Digital del Festival de Cine de Lima (que incluye cortometrajes nacionales y muestras de escuelas de cine latinoamericanas como el ICAIC (Cuba) y el IMCINE (México)).

Llegado un punto, esta organización cultual expandió sus alcances con una nueva propuesta denominada “CinErrante” que, inspirada en las experiencias del Grupo Chaski y Nómadas Perú, realiza proyecciones fílmicas en barrios, plazas y calles de zonas urbano-periféricas de Lambayeque, con un propósito “democratizador y de inclusión social, dejando sentado que el cine no es precisamente una actividad de mero entretenimiento, sino también un espacio de identidad y reflexión y que convoque el encuentro de personas”.

En una incesante multiplicación de sus intereses y actividades, el Cineclub de Lambayeque ha llegado a elaborar una videoteca en soporte digital de la producción audiovisual lambayecana y coordinar proyecciones con asociaciones civiles como SNY, Perú Retro y Transformers Perú, admiradoras de la cultura popular (cine, música, cómic, etc.) y asociaciones y colectivos como El Reservorio (Lima), Amnistía Internacional y Alma Chiclayo.

A partir de 2013, el Cineclub de Lambayeque opera de modo independiente, fuera de la actual Dirección Regional de Cultura (ahora Dirección Desconcentrada), con la cual, no obstante, mantiene vínculos de cooperación. Sus funciones fueron cobijadas por Ochocalo Restaurant Espectáculo (un espacio de tradición culinaria regional con una agenda cultura diversa en teatro, literatura, música y arte contemporáneo) y, actualmente, por el Colegio de Periodistas de Lambayeque en el centro de la ciudad de Chiclayo.

En fin, esta iniciativa, única en el país por su índole fuera de toda estructura pública o privada, así como por la amplitud social de su planteamiento y sus logros de gestión cultural, no es solo una unión de fuerzas iluminando un ecran con una bella sucesión de imágenes, sino sobre todo una integración de perspectivas, idiosincrasias y procedencias que propicia la comunión del regocijo artístico, y a la vez, e inseparablemente, el saludable ejercicio de la conversación. Una convocatoria que, a través de los alicientes del cine, afirma la confianza en la palabra y la convivencia, y enriquece en definitiva la vida ciudadana.

 Víctor H. Palacios Cruz

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