Algunas películas vistas en el FIACID

Un breve repaso a las películas vistas en FIACID.

Lo mejor que vi hasta hoy es “Calle López”, un documental de observación. La cámara se instala, durante una jornada, en una calle de la ciudad de México y registra el tráfago cotidiano. Nada de entrevistas ni testimonios. Las imágenes deben explicarse por ellas mismas.

El montaje, rápido y atento, organiza los retratos humanos obtenidos por los documentalistas: una galería de personajes marginales, vendedores de tortillas, cuidadores de autos, propietarios de negocios, una niña que aprende las rutinas y el lenguaje de la calle. La mirada documental apunta historias que quedan en potencia y que nosotros, espectadores, nos encargamos de prolongar. La atención documental carga de sentidos a ese pequeño mundo, tan banal pero tan rico en sugerencias y posibilidades dramáticas.

“Ilusión”, del español Daniel Castro, es una película hecha con cuatro reales y tiene el mérito de no tomarse nada en serio. El humor resulta agradecible en un panorama de cejijuntas seriedades. El protagonista es el propio realizador que tiene un aire siempre despistado o extraviado.

Si Nanni Moretti quería hacer un musical protagonizado por un panadero trotskista, Daniel Castro pretende hacer un musical , edificante e ilusionado, sobre los Pactos de la Moncloa, con Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Felipe González convertidos en émulos de los “dancers” del cine clásico. Por supuesto, ningún productor confía en él, pero su optimismo resulta a prueba de balas. La película tiene dos o tres situaciones cómicas logradas (la diatriba contra las películas de Michael Haneke, en oposición a “Besos robados” y a “Annie Hall”, es una de ellas), pero se torna reiterativa y verbosa hacia la media hora. Otra virtud: practica la cortesía de la brevedad. La situación no da para más de una hora, y Castro se da cuenta de eso.

“Ver y observar”, de José Luis Torres Leiva, muestra los diálogos de tres grupos de ciegos y sordos que conversan sobre sus percepciones del mundo.  El observador Torres Leiva, director de “El tiempo que se queda” y de “El cielo, la tierra y la lluvia”, atento a los modos en que cambian las apariencias de la realidad tangible ante la cámara, afanoso por registrar los cambios de luz y los reflejos de las nubes sobre el paisaje, sensible a las percepciones de la atmósfera y de los colores durante el paso del día, se vuelca en “Ver y observar” a la indagación de la percepción de los “otros”. ¿Cómo se registra la luz si no se perciben los colores? ¿Cómo sentir el mundo a través de las vibraciones emitidas por las cosas? El cineasta preocupado por la fenomenología recoge, con fascinación, testimonios de alteridad.

Ricardo Bedoya

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