Transcinema 2016: Kuntur Wachana (Donde nacen los cóndores)

Primer largo de Federico García Hurtado (Cusco, 1937), hasta entonces periodista y director de algunos cortos como Huando, Tierra sin patrones e Inkari, que encuentran tropiezos para su exhibición pública debido a la censura de organismos estatales durante los días del gobierno militar (1968-1980).

Kuntur Wachana se filma por iniciativa conjunta de García y los campesinos de la Cooperativa Huarán que deciden, en asamblea, financiar una película que narre la historia de su formación como organización comunal agraria. El guión se sustenta en los testimonios orales de los propios campesinos. El rodaje se inicia en 1975,  pero la postproducción se extiende hasta 1977.

Kuntur Wachana, junto con el mediometraje Runan Caycu de Nora de Izcue, da testimonio de la ideología de los sectores radicales que apoyaron las reformas emprendidas por la llamada “primera fase” del gobierno militar, en el período presidido por el general Juan Velasco Alvarado (1968-1975). Sectores que se agrupan en la institución conocida como Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS).

Las propuestas de las cintas de corto y largometraje promovidas por SINAMOS son proselitistas. Buscan trazan la línea de continuidad histórica de la lucha campesina contra gamonales y terratenientes en los Andes peruanos. Conflictos que desembocan en la reforma agraria dictada por el gobierno militar en junio de 1969.

Kuntur Wachana empezó a producirse durante la etapa final del gobierno del general Velasco, cuando la escena política es dominada por sectores conservadores de las Fuerzas Armadas que se harían cargo de la conducción del Estado durante la llamada “segunda fase de la Revolución Peruana”, presidida, desde 1975, por el general Francisco Morales Bermúdez. Estrenada en 1977, en pleno proceso de desmontaje de las reformas, Kuntur Wachana aparece como el resumen, balance y liquidación de la experiencia de los sectores que impulsaron el proyecto más socializante de entre los permitidos por la ortodoxia del régimen.

La cinta busca recrear, a la manera de una crónica, la historia de las luchas campesinas en una región del Cusco, pero integrándolas a una simbología cosmogónica andina. Ella es explicada por el dirigente campesino Saturnino Huillca, en una de las secuencias más logradas del filme:

“En los tiempos antiguos los cóndores habitaban estos riscos, respirando el viento, comiendo nieve y observando a los hombres. Por esta razón los antepasados llamaron a esta montaña Kuntur Wachana (Donde nacen los cóndores). Cuando el gran tiempo acabó por causa de un tal Pizarro, también los cóndores se perdieron, en la mano de la muerte se perdieron, escupiendo sangre, enceguecidos (…) Pero un día regresarán los cóndores haciendo resonar sus grandes alas y los hombres se levantarán del centro mismo de la tierra. Ni el nacimiento ni la muerte son importantes, sino la calidad de los días que vivimos (…)”.

Kuntur Wachana se emparienta con las propuestas de “recuperación fílmica de la memoria popular” o de descubrimiento de la historia sumergida de los pueblos andinos, en una línea desarrollada por el cineasta boliviano Jorge Sanjinés en películas como El coraje del pueblo (1971) o El enemigo principal (1973, también programada en esta edición de Transcinema).

Como resultado de su peculiar modo de producción cooperativo, García asigna los roles centrales de la película a los propios comuneros. La historia de la comunidad es representada por los que la vivieron o sus descendientes. Ese aspecto de drama documental hecho a partir de datos y sucesos ocurridos apenas unos años antes, aparece, a primera vista, como el sesgo más atractivo de Kuntur Wachana.

Sin embargo, el tratamiento cinematográfico se asimila a formas representativas más tradicionales, dejando escaso margen a la espontaneidad, incertidumbres y titubeos de un grupo humano que es filmado mientras recuerda los hechos pasados, pero frescos aún, en su memoria y en la de sus antepasados. A diferencia del método de Sanjinés, preocupado por encontrar una dramaturgia alternativa -hecha de dilatados planos-secuencias, estlizados desplazamientos corales y protagonismo colectivo- para dar cuenta del conflicto andino, García sitúa a sus personajes en dos bandos marcados. Por un lado, los gamonales, presentados a la usual manera dramática y definidos con los rasgos de una sicología sumaria; por el otro, los comuneros, de fisonomía borrosa, conducidos por líderes comunales con atributos de videntes, profetas o mártires.

En este punto, cabe oponerle a la cinta la objeción de José María Arguedas a la representación de hacendados e indígenas en cierto indigenismo tradicional:

“El gamonal es presentado con expresión inhumana y feroz, y muestra al indio o en su misería o en sus virtudes (…) (José María Arguedas. Formación de una cultura nacional indoamericana, edición de Ángel Rama. México, 1975, Siglo XXI).

La simbología cosmogónica de la revuelta campesina, expresada en el retorno simbólico de los cóndores o en las imágenes del torrente que arrasa los campos y encarna la marcha ineluctable del campesinado hacia el dominio final de su medio y sus tierras, apela a la iconografía y retórica de cierto cine soviético, en la línea de Dovjenko, de gestos épicos y arrestos líricos. El énfasis lo ponen los encuadres contrapicados que apuntan al cielo cargado de nubes: presagios de la tempestad que se cierne sobre los Andes. A lo que se añaden las imágenes de las retamas, de la flora andina ondeada por la brisa, de la transparente atmósfera, de las nítidas y bien formadas nubes, de los ríos, y en torno de esos elementos naturales, o sobre ellos, el cadáver del líder, la acritud del gesto, la descomposición de un orden tradicional, la ruptura con lo viejo y la promesa de violencias futuras.

Kuntur Wachana fue objeto de algunas críticas provenientes de sectores radicales y de militantes de grupos de izquierda, ya que, al final, mostraba el problema de la propiedad de la tierra en el Perú como un episodio cerrado por la reforma agraria, punto de partida histórico de un futuro sin tensiones. Tanto el tratamiento como los motivos de la cinta proclaman su adhesión a un clausurado momento de efervescencia reformista.  Kuntur Wachana culmina, de modo triunfal, con el advenimiento de la reforma agraria, justificada en su necesidad histórica por las dilatadas luchas de los comuneros cusqueños, que se agudizan con el asesinato de dos de sus líderes, Mariano Quispe, hacia 1962, y José Zúñiga Letona, en 1969.

En el momento del estreno de la película, sin embargo, los conflictos agrarios eran una realidad cotidiana y las efusiones colectivistas de años antes eran ecos de un período clausurado.

En cualquier caso, Federico García aporta un punto de vista ideológico en el tratamiento del “tema andino”. Toma distancias de los afanes testimoniales de la Escuela del Cusco, de la colorista ingenuidad de Kukuli, del maniqueismo de Allpa’kallpa, la fuerza de la tierra y del “compromiso” emocional de Luis Figueroa en Los perros hambrientos. Asertiva en la exposición de sus convicciones, Kuntur Wachana aparece como una cinta de acento militante en el gesto y político en la intención.

Ricardo Bedoya   

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