La fiesta de la vida

“La fiesta de la vida”, de los franceses Olivier Nakache y Eric Toledano, tiene un pie en “Un día de boda”, de Robert Altman, y el otro en “La fiesta inolvidable”, de Blake Edwards. De la primera toma el gusto por el retrato colectivo, los personajes extravagantes, los romances furtivos y encuentros eróticos de los personajes en plena celebración, y las líneas múltiples del relato que terminan por anudarse. De la segunda, excluye el crescendo humorístico delirante, pero conserva la modulación de las acciones que nos conducen a la inevitable ocurrencia de un desastre. 

Jean-Pierre Bacri está en el centro de todo: empresario en apuros económicos y afectivos, organiza su última celebración matrimonial. Es el magullado líder de un grupo  disparejo, formado por trabajadores formales, administradores malhumorados, inmigrantes sin papeles contratados al último momento. Un universo que busca representar  el espectro de la realidad laboral y migratoria de una Francia en crisis. Porque Nakache y Toledano emplean los mecanismos de la comedia de protagonismo colectivo para esbozar un microcosmos.

Bastante mejor que la exitosa “Intocables”, “La fiesta de la vida” acierta en el filo y ritmo de los diálogos, en la concentración de las acciones en el entorno del viejo palacio,  en el retrato de los personajes secundarios, como el de Vincent Macaigne y su gesto de extravío sentimental, o el de Gilles Lellouche, el cantante desbordado por las exigencias del novio.

Pero sobre todo  acierta en la creación de esa atmósfera melancólica que está asociada a la mirada de Bacri, a su fatiga, decepción  y sentimiento de que los tiempos cambian y no para mejor. Es curioso, pero la secuencia que hubiera podido afectar a toda el conjunto, por su carácter explicativo y hasta aleccionador, resulta de las mejores, gracias a su tratamiento. Bacri, luego de la catástrofe, camina por la oscuridad y sigue la ruta que lo conduce hacia un melodía que llega de lejos. Descubre entonces las virtudes de la integración cultural, de la armonía del grupo y del júbilo que las celebra.

 

Ricardo Bedoya

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